“ Los dioses habían condenado a Sísifo a hacer rodar sin cesar una roca hasta la cima de una montaña, donde la piedra volvía a caer por su propio peso. Habían pensado con alguna razón que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza.”
Así empieza Albert Camus su “mito de Sisifo” trazando un paralelo entre Sisifo y el hombre que como dice Camus nace para morir.
Sísifo es el héroe absurdo. Lo es tanto por sus pasiones como por sus tormentos. Su desprecio de los dioses, su odio a la muerte y su pasión por la vida, le han valido este suplicio indecible en donde todo el ser se emplea en no acabar nada. Es el precio que hay que pagar por las pasiones de esta tierra.
Si este mito es trágico, es porque su protagonista es consiente. ¿Dónde estaría, en efecto, su pena, si a cada paso le sostuviera la esperanza de triunfar?. El obrero de hoy trabaja durante todos los días de su vida en las mismas tareas y ese destino no es menos absurdo. Pero no es trágico sino en los raros momentos en se hace consciente. Sísifo, proletario de los dioses, impotente y rebelde conoce toda la magnitud de su condición miserable: es en ella que piensa durante su descenso. La clarividencia que debía constituir su tormento, consuma al mismo tiempo su victoria. No hay destino que no se supere con el desprecio.
Alguna vez se ha preguntado por la razón de vivir el por qué y para que vive si la vida tiene sentido o sólo somos los dados eternos de Vallejo
“Dios mío, y esta noche sorda, oscura,
ya no podrás jugar, porque la Tierra
es un dado roído y ya redondo
a fuerza de rodar a la aventura,
que no puede parar sino en un hueco,
en el hueco de inmensa sepultura.”
Pero no hay por que desesperarse mejor dejarse llevar por las más de cien razones que tiene el cantautor Joaquín Sabina mas bien yo creo que las razones para vivir son más de mil pero en fin cada quien tiene la suya
Tenemos memoria, tenemos amigos, tenemos los
trenes, la risa, los bares, tenemos la duda y la
fe, sumo y sigo, tenemos moteles, garitos,
alteres.
Tenemos urgencias, amores que matan, tenemos
silencio, tabaco, razones, tenemos Venecia,
tenemos Manhattan, tenemos cenizas de
revoluciones.
Tenemos zapatos, orgullo, presente, tenemos
costumbres, pudores, jadeos, tenemos la boca,
tenemos los dientes, saliva, cinismo, locura,
deseo.
Tenemos el sexo y el rock y la droga, los pies
en el barrio, y el grito en el cielo, tenemos
Quintero, León y Quiroga, y un bisnes
pendiente con Pedro Botero.
Más de cien palabras, más de cien
motivos para no cortarse de un tajo las venas,
más de cien pupilas donde vernos vivos,
más de cien mentiras que valen la pena.
Tenemos un as escondido en la manga, tenemos
nostalgia, piedad, insolencia, monjas de Fellini,
curas de Berlanga, veneno, resaca, perfume,
violencia.
Tenemos un techo con libros y besos, tenemos el
morbo, los celos, la sangre, tenemos la niebla
metida en los huesos, tenemos el lujo de no tener
hambre.
Tenemos talones de Aquiles sin fondos, ropa de
domingo, ninguna bandera, nubes de verano,
guerras de Macondo, setas en noviembre, fiebre de
primavera.
Glorietas, revistas, zaguanes, pistolas, que
importa, lo siento, hasta siempre, te quiero,
hinchas del atletic, gángsters de Coppola,
verónica y cuarto de Curro Romero.
Tenemos el mal de la melancolía, la sed y
la rabia, el ruido y las nueces, tenemos el agua
y, dos veces al día, el santo milagro del
pan y los peces.
Tenemos lolitas, tenemos donjuanes; Lennon y
McCartney, Gardel y LePera; tenemos
horóscopos, Biblias, Coranes, ramblas en
la luna, vírgenes de cera.
Tenemos naufragios soñados en playas de
islotes son nombre ni ley ni rutina, tenemos
heridas, tenemos medallas, laureles de gloria,
coronas de espinas.
Tenemos caprichos, muñecas hinchables,
ángeles caídos, barquitos de vela,
pobre exquisitos, ricos miserables, ratoncitos
Pérez, dolores de muelas.
Tenemos proyectos que se marchitaron,
crímenes perfectos que no cometimos,
retratos de novias que nos olvidaron, y un alma
en oferta que nunca vendimos.
Tenemos poetas, colgados, canallas, Quijotes y
Sanchos, Babel y Sodoma, abuelos que siempre
ganaban batallas, caminos que nunca llevaban a
Roma.